Sábados

Bañándose

Todos saben que los sábados le tuercen las pesadas bolas al viejo Erasmo. Nadie ha sabido nunca por qué, pero es de conocimiento público (para los que tienen el privilegio de vincularlo como amigo o pareja carnal) que es mejor no toparse con su olorosa persona aquel sexto día de la semana.

Entonces, a eso del mediodía de un sábado (hora que más le hierve la mierda seca y adherida a su vello perianal) caminaba raudo hacia quién sabe dónde.  De pronto,  un odioso mozalbete de la mano con su ramera, osaron chocarle el hombro.

Cuando la pareja estaba besándose  sentados en una banca del Parque Forestal, vino la  tardía —pero, sin duda, dolorosa— respuesta de Don Erasmo:

¡Ahí tienen, mierda’! —Exclamó el vagabundo, vertiendo en sus rostros un balde lleno de agua turbia que antes había servido para lavarse las patas.

—Fin—