El Viejo Erasmo y sus Periplos Callejeros

Pequeñas historias de la cotidianidad de un mendigo perdido en Santiago.

Etiqueta: vagabundo

Conductismo

(Especial Usach)

Ladilla

Hacía ya un tiempo que don Erasmo eligió quedarse en los pastos de la Usach. Unos decían que había llegado por hambre, pues las tías de los kioskos se apiadaron de tan sabio hombre y se le permitió escarbar en los basureros. Otros apelaban al instinto vitivinícola del viejo Erasmo; no por nada esperaba jubiloso la llegada del viernes para recoger los bigoteados que dejaban los estudiantes de dicha casa de estudios.

Eso explica por qué el martes pasado don Erasmo estaba con la mierda hirviendo (en sus chitecos y en su irritado semblante), pues no tardó en darse cuenta que en un día tan tedioso, pocos serían los estudiantes que convidaran un sorbo; con suerte rescató un par de monedas que no le alcanzaban ni a palos pa’l Santa Helena. En cambio, su fiel can Ladilla recibía las atenciones más apremiantes que jamás tuvo el vagabundo: comida, agua y hasta un chocolate le cayó por ahí.

Encolerizado por tan neoliberal y paradójica actitud de parte de los futuros profesionales, don Erasmo tuvo la genial idea de agarrar a piedrazos a Ladilla, quien no tuvo más remedio que huir despavorido.

Oe, ¿qué hueá con el rope, viejo? —le dijo un estudiante que tomaba una cerveza.

Viejo culiao, loco, ¿qué onda con el chino? Vira de acá —le dijo otra.

Oiga, señor, ¿cómo se le ocurre….no ve qué acá…

¡ANDA A PEDIR PA’ OTRO LADO, GÜIÑA! —exclamó una mujer desde un pasto muy lejano.

La multitud comenzó a abalanzarse sobre el viejo, exigiendo su retiro inmediato del lugar. Don Erasmo tomó consciencia de su irracional acto y cuando alcanzó al quiltro lo sosttuvo entre sus brazos (que tenía la expresión de no entender lo que pasaba). Acto seguido,  Ladilla lamió a su amo y este lo recompensó con un beso en la frente. La turba se enterneció.

¿Y qué tanta hueá si le pego? Sepan ustedes, futuros profes, que el conductismo es la clave…—dijo el viejo Erasmo mientras lanzaba a Ladilla al techo que cubre los pasillos de la FAHU.

—Fin—

Don Erasmo se entera de la muerte de Cerati

Don Erasmo y vieja juanaEn el Hogar tenían a todos los vagabundos con la guatita llena viendo las noticias por televisión. En la segunda fila de sillas, en el puesto número cuatro yacía don Erasmo rascándose la barba y metiendo sus dedos en la boca. A ratos, se tiraba algunos pedos sin olor (aquello le preocupaba en demasía).

A su lado estaba la señora Juana (conocida en el mundillo vagabundesco como la “viuda loca con alzhéimer”). De un momento a otro, la anciana comenzó a sollozar en el hombro consumido por el olor a axila del viejo Erasmo.

—¡Ay, qué tragedia Erasmo!: primero se nos fue a volar Felipito y, snif, ahora diosito se llevó al que cantaba “te esperé bajo la sombra mil horas”. —balbuceó la señora Juana.

El viejo vagabundo estaba aún absorto especulando sobre la posibilidad de tener un tumor al recto que ocasionara que sus pedos no tuvieran olor. Al percatarse de lo que la anciana le acababa de decir, Erasmo meditó:

—¡Ese huevón no era el que cantaba esa canción!

—¿Y quién es ese entonces?, preguntó la anciana.

—¡El de los Soda Stereo poh’, vieja Juana! —Gritó el vagabundo.

—¡Ah! Los que cantaban esos de la “voz de los 80”…—Resolvió.

Tras un largo meditar, Don Erasmo juntó sus manos y determinó:

—¿Sabís que vieja culiá? Sí, perteneció a esa banda. No estai’ tan perdida como todos los huevones que mañana van a andar escuchando a este loco que desconectaron.

Don Erasmo a favor del autocultivo

Erasmovolao

Partícipe fue don Erasmo en la Marcha «Cultiva tus derechos». Estaba bien erguido siguiendo la ruta, pasado a raja pero con el pecho inflado, y recibiendo cuánto pito le ofrecieran.

De pronto, el viejo vagabundo se codeaba con figuras como ME-O, Karol Cariola y Camila Vallejo (quien atinó a realizar un guiño-guiño seductor para con la sensualidad del viejo).

Así fue como Erasmo empezó a llamar la atención de la gente, pues su manera de consumir marihuana era inusitada.  Las cámaras disparaban sus flashes a la cara del viejo vagabundo, que a esas alturas no se fumaba los porros, sino que se los tragaba.

Una joven le regaló una lata de cerveza, otro hipster le donó sus lentes,  por ahí salió un buen trozo de quequito con THC. Incluso, la banda Los Tetas dedicó más de un tema al picaresco vagabundo.

Al final del día, don Erasmo estaba derechamente con la pálida y cada cierto rato iba a echar la güitreada detrás de un poste.

Una periodista acompañada de un camarógrafo se acercó al viejo (que tenía en la polera manchas de tallarines vomitados) y le preguntó si podía responder un par de preguntas, a lo que Erasmo balbuceó una incoherencia acerca de extraterrestres.

—¿Qué se siente estar en una marcha? —Preguntó de manera tonta la periodista.

Don Erasmo volteó la mirada hacia la cámara y de forma serena, dijo:

—Los vagabundos somos todos drogadictos.

 

—Fin—

Sábados

Bañándose

Todos saben que los sábados le tuercen las pesadas bolas al viejo Erasmo. Nadie ha sabido nunca por qué, pero es de conocimiento público (para los que tienen el privilegio de vincularlo como amigo o pareja carnal) que es mejor no toparse con su olorosa persona aquel sexto día de la semana.

Entonces, a eso del mediodía de un sábado (hora que más le hierve la mierda seca y adherida a su vello perianal) caminaba raudo hacia quién sabe dónde.  De pronto,  un odioso mozalbete de la mano con su ramera, osaron chocarle el hombro.

Cuando la pareja estaba besándose  sentados en una banca del Parque Forestal, vino la  tardía —pero, sin duda, dolorosa— respuesta de Don Erasmo:

¡Ahí tienen, mierda’! —Exclamó el vagabundo, vertiendo en sus rostros un balde lleno de agua turbia que antes había servido para lavarse las patas.

—Fin—

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«Todos necesitan una media naranja para subsistir» 

Don Erasmo, hace 15 minutos a través de Blackberry app.

Ropa Interior

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La cuestión es que  mientras Erasmo  lavaba sus zaragüelles (por primera vez después de habérselos encontrado hace un par de semanas, hurgando en la basura de Doña Ester) se le acercó muy asustado Cholito Manolo, un joven (o recién iniciado) vagabundo:

No pue’, Don Erasmo’, como se le ocurre —le dijo—. Esa agüita viene directa del zanjón oiga oh: una vez metí las manos ahí, se me infectó una herida en el  dedo y tuvieron que cortarme la manito entera.

El veterano Erasmo, sin sacar las suyas del agua, le aclaró:

Estas aguas son como las mujeres poh, compaire’. Por eso Cholito, que ninguna te coma los huevos.

Acto seguido, se puso los zaragüelles (todavía húmedos) y comenzó a caminar, mientras  el agua bajaba sacando el piñén de sus piernas.

—Fin—

Muela

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De pronto, el viejo Erasmo estaba meditando (sin niuno’ y con rabia) sobre el pan con margarina que tuvo que compartir con su perro Ladilla. Eso, cuando quedó pegado en el capó de un Mercedes Benz reluciente:

Pero hombre, ¡Qué barbaridad más grande! —Exclamó el conductor—. ¿Se encuentra usted bien?

Una de las últimas muelas que utilizaba para moler comidas duras y que desde el impacto se había echado a volar, fue la real preocupación del shockeado y viejo Erasmo.

De todos modos, cuando volvió en sí, saboreaba una Big Mac  en la cuneta, afuera del McDonald’s. Ahí, desde un algodón, sacó la muela (que tenía el manso forao’ negro) y trató de instalarla en su anterior cobijo; pero na’ que na’. 

A ver si el ratón me deja unas moneitas’ pa’ un sorbo —Le comentó a Ladilla.

—Fin—

 

Licencia

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En cierta ocasión, el viejo Erasmo estaba sentado contando el dinero que acababa de limosnear para comprarse su habitual y  sagrado vinacho’.  Ahí oyó la molesta sirena de una camioneta  Chevrolet verde-blanca que se estacionó muy cerca de su maloliente cuerpo.

Del automóvil, bajaron dos seres humanos.

¿Tiene la licencia necesaria para estar acá? —Le dijo un uniformado.

Estoy con licencia hace más de veinte años, oiga. —Ironizó Erasmo.

Según la legislación chilena del artículo 309: “El que sin la debida licencia pidiere habitualmente limosnas en lugares públicos, será castigado con reclusión menor”. Le cuento que usted está infringiendo la ordenanza municipal que  está siendo efectuada en territorio público jurídico estatal en el cuadrante del operativo del occiso treinta y tres de la calzada poniente que cubre la franja de la quincuagésima comisaría entorno a la clave penal que se le imputará en un juzgado oficiado por un juez de la policía local, cuando el código cincuenta y tres quede consignado a la conducta que, en su caso, puede variar entre una grave si en sus antecedentes existan anteriores faltas, lo cual en su vagancia y mendicidad…

Don Erasmo se subió a la parte de atrás del furgón por su propio anhelo y sin entender ni una puta huevá’.

—Fin—

Cuascua

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Padre e hija caminaban apurados por el Paseo Ahumada. De pronto, a la pequeña infante se le abrieron las medias pepas’ cuando su vista se topó con  la prominente barba y calvicie del vagabundo Erasmo:

¡EL VIEJITO’ CUASCUERO’! —Gritó emocionada la niña.

Acto seguido, el papá la pescó de su diminuto brazo y adelantaron el paso hasta el semáforo. El sollozo de la niña se pasó de inmediato cuando le compraron un barquillo.

Oye, perro hueón…—Dijo Erasmo despertando a su quiltro Ladilla— Tengo cuatrociento’: ¿compramo’ una Gillette’ o unas sopaipas’?

—Fin—

 

Trabajo

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Cierto día de invierno, el viejo Erasmo no estaba mendigando sencillo, pues sólo se preocupaba de tener su potito’ bajo cobijo en los escalones de la Catedral de la Plaza de Armas. De igual manera, el Sacerdote de la iglesia lo increpó:

¡Hombre, consiga un trabajo! —dijo el Sacerdote con ese enojo típico de hombre religioso.

No había considerado hacía ya tiempo esa palabra: «trabajo». Aun así, percatándose de la hediondez a hocico’ del Sacerdote, se limitó a estirar sus bracitos’ y reposarlos en su cabeza.

¡Tsss! El manso trabajo que tiene usted pue…—dijo Erasmo.

Luego, sus manos volvieron al mismo sitio en donde estaban: abrigándolas en sus verijas.

—Fin—